A 25 años de la partida física de Horacio Zeballos Gámez
(*) Por Soledad Lozano Costa
Un cuarto de siglo pasó y aún el magisterio peruano lo recuerda; 25 marzos no fueron suficientes para olvidar a quien según los profesores organizados, dio una clase magistral de lucha consecuente. Fue catequista, maestro, dirigente sindical, preso político, militante comunista, poeta y funcionario público; quienes lo conocieron señalan que la premisa: “el que mucho abarca poco aprieta” no va con Horacio Zeballos Gámez.
Nacido en 1942, en la provincia moqueguana de Mariscal Nieto, desde muy joven demostró anhelo solidario y fraterno, emitiendo sus voces de protesta ante injusticias cometidas por algún profesor o auxiliar, el cual hizo que sus compañeros lo quisieran y lo apreciaran.
Zeballos se trasladó a Arequipa para seguir estudios superiores en la Universidad Nacional de San Agustín llegando a ser dirigente de su centro federado. Tras varios cargos dirigenciales, era la hora de que el Magisterio nacional tenga una sola voz; es así como en 1972 es elegido en Cusco primer Secretario General del Sindicato Único de Trabajadores en la Educación del Perú SUTEP, iniciándose una nueva etapa práctica y consolidación del sindicalismo en el magisterio peruano, aunque para ello le costara la libertad, como en 1973 cuando fue recluido en la cárcel conocida como el SEPA.
Sus inquietudes poéticas fueron desarrolladas mientras integraba la Asociación Nacional de Escritores y Artistas de Arequipa A.N.E.A. a la par con sus estudios en la Escuela Normal de Varones de “La Salle” de esa ciudad. En 1962 publica su primer poemario de género lírico titulado “El Eco de mi Voz”, de sensibilidad poética marcada orientada hacia una actitud romántica. En 1963 aparece su “Pluma Esclava”, presentando una poesía de profundo contenido social.
En 1970 publica "Los Esclavos de Corbata" (Realidad, Protesta y Pedido del Magisterio Peruano) destacando las corrientes Sindicales y el panorama mundial, así como la influencia histórica del sindicalismo internacional, la caracterización social del profesor y sus contradicciones con la Burguesía.
Su poemario “Alegrías de la Prisión”, publicado en 1979 y presentado en la Casona de San Marcos al año siguiente, es un conjunto de 30 poemas que los dedica al Partido Comunista del Perú- Patria Roja, donde militó hasta su muerte. Fue escrito durante su reclusión en el Hospital de Policía y expresa su compromiso con el pueblo y los maestros. Sus poemas, en gran medida, exteriorizan su vocación amorosa, amical y el cariño filial. Aquí un extracto:
“De los presos soy el último/ dame por descontado/ en las filas del encanto. / De qué les sirve mi cuerpo/ si el corazón lo tengo libre”
En el 2000 apareció el poemario póstumo "Alegrías del prisionero", donde no es menos expresivo a la hora de dar a conocer su profundo amor por la patria y a la docencia como herramienta para la lucha transformadora. Sobre esto dirá:
“La lucha es una escuela/ y la victoria hija mayor del sacrificio. / cómo no entregar la vida a tu patria,/ si entre más conoces cada rincón,/ encuentras gente llena de hambre,/ miseria y explotación.”
Las huelgas magisteriales de 1978 y 1979 generaron una inmensa solidaridad entre los sectores democráticos, de izquierda y progresistas del país, despertando en poetas, como el recordado Mario Florián, un canto épico que se inicia de esta manera:
“Con palabras de fuego tejí un canto/ de gloria, ayer no más, un músico himno,/ y orlé con él la frente de alabastro/ del SUTE combativo.”
Aunque las elecciones presidenciales de 1980 no les fueron favorables, el pueblo de Arequipa lo eligió Diputado por la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria UNIR.
Ni el tratamiento de su salud en Alemania pudieron devolverle la vitalidad física; eran las 11 y media de la mañana del 7 de marzo de 1984 y un paro cardiaco por coma hiperglucémico se llevó a Horacio. Inicialmente fue enterrado en un nicho del Cementerio General de Arequipa para luego ser trasladado a un Mausoleo del mismo campo santo, a donde todos los años se realizan fervorosas romerías en homenaje a su vida dedicada al magisterio nacional, los trabajadores y el pueblo.
“Difícil no es vivir / sino entender por qué se vive.” Tal vez muchos no sepamos en el origen de la vida o el motivo de la existencia física y espiritual, pero basta darse cuenta que en el Perú, por algo podemos encontrar monumentos, colegios, plazas, avenidas, calles y hasta asentamientos humanos que llevan el nombre de Horacio Zeballos.
Horacio fue un ser humano multifacético que personifica a aquella legión de maestros innovadores y visionarios que al influjo de la Revolución Cubana lucharon por la unificación del magisterio peruano y constituyeron el SUTEP. Como fuera, con Horacio se cierra una etapa nefasta de división del movimiento sindical magisterial y se abre otra fecunda, febril y fértil con el SUTEP que tuvo como sustento los principios del sindicalismo clasista, legado histórico del Amauta José Carlos Mariategui.
Horacio construyó el puente que iba enlazar la educación con la política; la historia da fe que la educación antes de Horacio no había tomado las calles, tampoco se expresaba en la lucha multitudinaria para reivindicar sus conquistas y hacer realidad los derechos de estudiantes, del maestro y del pueblo; es decir la educación no habría ingresado con vigor a la conciencia de los maestros del Perú.
“Quedarse paralizados equivale a dejar que la soberbia avance, que el anarquismo medre, y eso sería como entregar en bandeja lo que es el bastión de la dignidad magisterial y patrimonio de la lucha democrático del pueblo, que sabe por propia experiencia hasta qué punto este gobierno pretende maquillar con su demagogia de feria una realidad lacerante.” Advierte el profesor Julio Yovera, mientras recuerda las jornadas de luchas vividas con Zeballos.
No podemos culminar estas líneas dedicadas a Horacio, sin reconocerle el importante rol de promotor e impulsor de la participación de la mujer docente en los diversos escalones de dirección del glorioso SUTEP. Es por esta práctica política que su ejemplo persiste a pesar de su desaparición física.
(*) Decana del Colegio de Profesores del Perú
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